Es muy posible que yo sea la hija que a nadie le gustaría tener. No soy orgullo de nadie. No hay razón para que lo sea, pero tampoco puedo fingir una razón para ello. Soy lo que soy, aunque eso signifique perder el lazo con mi familia.
Hay un lazo más fuerte que la sangre que corre por mis venas que nos une en secreta confianza. Es ese lazo de un lugar que solo yo y mis hermanos conocemos. Un lugar mejor que ninguno donde no hay peligros, no hay miedos, no hay temores porque era mi lugar habitado por mi y nadie más. Pero es un lugar que abandoné nueve meses después de conocerlo para crear yo mi propio mundo y enfrentarme a él con mis propios recursos que heredé de una enseñanza que solo tú puedes darme. El detalle es que nunca pensamos que nuestros mundos fueran tan diferentes.
No hay mejor madre que la que presta sufrimiento para evitar el de sus hijos, que cuida y ampara su seguridad sin medir consecuencias. No hay mejor madre que aquella que daría la vida, pero yo quiero poder decidir por mi vida, hacer uso de mi poder de discernimiento y aprender de mis propios errores. Levantarme sola de mis caídas para que el día en que no estés yo sepa valerme por mi misma, sepa descubrir qué es lo mejor o que es conveniente. Quiero que mi opinión no nazca de la tuya, porque tú y yo somos personas independiente la una de la otra y no necesito, al menos ya no necesito de tus manos para secar mis lágrimas, abrir mis ojos y ver el camino que yo decido tomar. Ya no necesito tus manos, solo necesito tu voz que me apoye al levantarme, que me aliente a seguir hasta el final.
Es verdad, soy la hija que nadie quiere tener, tu primer fracaso, el más importante y ya no tengo "arreglo"... pero soy hija y tú eres madre... Mi mamá. Y eso es algo que nunca va a cambiar.
Te amo, mama... Mucho más de lo que piensas.
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