martes, 9 de octubre de 2012

He perdido la inteligencia.

domingo, 30 de septiembre de 2012

NO TENGO POR QUÉ MIERDA SENTIRME SIEMPRE CULPABLE POR TODO, TODO, TODO LO QUE PASA.
NO, NO TENGO. NO ES MI PUTA CULPA. NO LO ES.
CÁLLATE ESTÚPIDO CEREBRO. CALLATE, CALLATE, CALLATE.
AGH LA MIERDA.


Soy estúpida, gracias.
Un paso detrás de otro sus pies se balanceaban al compás de su corazón. Golpeaban el suelo de tal manera que podrían haber machacado uvas para servirle el vino al día siguiente -o en cincuenta años más. Sus zapatillas negras se quejaban del apuro y del áspero alfalto. No había descanso. Las suelas gastadas, la lona desteñida, los cordones desatados cada veinte minutos. Todo era un juego zigzagueante. Un oleaje de placeres y temores. Sus pies se movían tensos y seguros, uno detrás de otro. Bailaban tango, o algo parecido. Acariciaban el viento y zapateaban al andar.
No había rumbo, nunca lo había.
Las hebras de su cabello se abrían paso justo cuando empieza su cara. Un flequillo delicadamente cortado con navaja nueva que dejaban ver sus pupilas y sus enormes ojos verdes. Verde pasto, verde musgo, verde tulipán, verde cielo, verde... verde. Verde. Las margaritas en sus mejillas y sus pecas distraían de los frenillos que se entrelazaban con sus dientes. Las puntas perfectamente cortadas rozaban sus hombros y se columpiaban al andar, ondeaban al girar y brillaban incandescentemente con la luna.
Sus caderas diminutas ondeaban profundas en su caminar. Viajaban en cada vuelta. Iban y venían en fracciones de segundo. Hacían que su espalda se viera tan pequeña y larga como era.
El camino que se hacía en medio de su espalda suave. El relieve del sendero eran una a una sus vértebras sobresalientes. Y en lo alto, justo detrás de la punta de su cabello había una pequeña luna, minúscula luna menguante que contenía sus ideas, emociones y angustias.
Sus pies, su cabello, sus caderas, sus vértebras y su luna andaban en línea recta, sin rumbo, con ritmo atópico e ininterrumpido.
Su cara lucía una coma, una línea delicada entre sus cejas. Era el sol y los mil pensamientos que rondaban su cabeza. Las ganas de amarrarla a las vías del tren y matarla, quizás.

----o----

Su ritmo incesante me ponía nerviosa. Lo odio terriblemente. Siempre termino por ver su espalda alejarse. Siempre termino por vociferar su nombre rogando que de la vuelta o al menos que pare. Preferiría que pare porque su cara siempre evoca un "te odio" que no quiero imaginarme. Siempre veo sus pies golpear la tierra tan fuerte, sus manos caer a los costados y su espalda... su triste y solitaria espalda.
Podría quedarme mil veces mirándola ir. Ver como bailan sus piés, como danza su melena brillante que deja, a veces, ver un poquito de su luna, nuestra luna. Veo cómo sus vértebras se acomodan en cada paso, como sus caderas ondean complacientes un poco más abajo de la mitad de su cuerpo. Podría quedarme mirando en cámara lenta como me ignora y se va, pero no puedo. No soporto ver cómo esa cintura se aleja sin mis manos al rededor. Ni ver su cara odiándome sin una caricia. Ni sus labios sin un beso.
Cuando la distancia fue la menos próxima soportable mis pies sin acusar permiso comenzaron a caminar tras ella. Mi voz gritaba su nombre, pero ella no hacía nada, quizás nunca estuve gritando. Mis rodillas, con todo el peso encima, se movieron rápido y terminamos, yo y mo cuerpo, por comenzar un trote lento. En cinco segundo me encontraba a un solo paso de ella, mientras ella seguía ignorándome. En mi imaginación vi cómo mis manos recorrían su circular y perfecta cintura y en un movimiento táctico y casi armónico se da vuelta para gritarme. Yo la beso sin escucharla, sin escucharme tampoco. Cierro sus labios con los mios de la más húmeda y tierna manera que conozco. Pero no pude, se me había arrancado un paso más allá en lo que me demoré en crear este lindo final en mi cabeza. Dije su nombre una vez más y esta vez me aseguré de que fuera en voz alta, bien alta. Pero nada. Pasos. Pasos. Pasos.
Recuperé el aliento y me quedé viéndola. Su espalda, sus caderas, su luna, nuestra luna. La vi ir esperando que volviera. La vi marchar camino al infinito. Y yo decidí esperarla. Me senté sobre en el asfalto tibio hasta que cayó el sol. La luna me contó que había llegado bien, pero que todavía no se acordaba de mi. Los perros me contaron que comió jalea en la noche y se tomó un té. Que se quedó dormida en el living y con el televisor encendido. A las 12 le pregunté al sol si ya había despertado, pero ella no le había dejado entrar en la casa.
Yo la sigo esperando. Sé que estaré cuando vuelva, así pase un siglo, o uno y medio. Sé que estaré cuando vuelva. Porque no importa cuántas veces se marche mostrándome su espalda. Su sonrisa es mucho más encantadora.

martes, 21 de febrero de 2012

hshwhzha agh!

Se supone que soy una persona inteligente y que tengo dones. A la mierda, soy un extraterreste podrido que ha vivido ochocientos años mirando cómo crece la maleza junto a mis árboles. Tengo las capacidades suficientes para hacer lo que quisiera y aquí estoy y de mi vida no he logrado nada más que seguir hundida en mi bebida de fantasía sin dar un paso fuera de orbita. Estoy cagada de miedo y sigo bloqueada, parada frente al inmenso mar que me espera y yo aquí sin saber nadar. Me puedo ir a la mierda y perderme en el desierto y comer hiedra venenosa y seguiría congelada sin poder mover mis pies.

Cuándo fue la última vez que tenía tantas ganas de hacer algo y al mismo tiempo miedo de todo lo que eao significa... Creo que fue cuando empecé a tocar flauta. Nunca me sentí, incluso aún no me siento lo suficientemente buena para hacerlo.
Sí, así se siente.

viernes, 27 de enero de 2012

Razones por las que quiero vivir la eternidad contigo:

Todas.


Razones para no hacerlo:

Ninguna.

Mi irracional declaración de amor

Qué.






Que irracionalidad la mia de pensarte mia. De quererte mia todo y toda mia. De dedicarte mil canciones y poemas malheridos. De dibujar con mis yemas la silueta juguetona de tu espalda. De pensarte mia y mia. De querer juntar los días y las semanas y construir un castillo que jamás nos destruya.
Que irracionalidad la mia de recordarte mia. De tenerte a mi lado con las rodillas entrelazadas. De escucharte murmurar en la noche y apoyar en mi tu cabeza. De alborotar el color de tus ojos cuando me ves más tuya que el día anterior.
Que irracionalidad la mia de extrañarte como te extraño. De quererte como te quiero. De escribirte como te escribo. Mi océano a medio sol que se mueve complacido por las seis de la tarde y se menea sin cesar seduciendo a mis pupilas. Que paz la de sentirte respirar los segundos sobre mi cuerpo. Ver como tus pecas se caen una a una sobre mis hombros y robármelas en una escena de celos porque tú sí eres maravillosa. 
Que irracionalidad la mia de contarte los placeres y escribirte en los andares. Tomar tu mano para sentirte lo menos lejos posible y extrañarte cuando los minutos tiemblan en mi reloj. Que ganas de volver a sentirte quejumbrosa entre las sábanas, peleando contra los dioses, las mermeladas de miel, los pasteles y los sueños de dragones y princesas feas. 
Que irracionalidad la mia la de escribirte sin nombrarte, de hablarte sin que estés. Son tu ojos mi ataúd y tu espalda mi camilla. Llévame a cultivar entre tus piernas el rosal de mi destierro. Déjame deshojar mis pensamientos en tu cabello y perder la compostura con elegante discimulo. 
Cómo te canto si al dormir soy crisálida que despierta para amarte una vez más. Cómo acaricio tus entrañas y te llevo lejos, más lejos... aún más lejos. Lejos. Cómo te escucho y te sostengo y te retengo.
Que irracionalidad la mia esta de amarte sin recelo y la de besarte sin censuras y de tocarte sin excusas.
Que irracionalidad la mia la de acunarte entre mis venas y entibiarte el lecho frío.
Que irracionalidad la mia la de prestarte mi vida entera para extasiarme de tu compañía.
Que irracionalidad la mia de verme morir entre tus brazos y dedicarte el último beso.

domingo, 22 de enero de 2012

Un suspiro

No te asustes, no te pierdas, no desvaríes en el infinito pensando en un pasado que vuelve con el vaivén de las historias.
La marea sube hasta tragarnos los pies, las piernas, las lágrimas y el pesar de nuestra historia. El cuerpo se aliviana y te lleva más allá. Te conviertes en una coma en la vida de alguien, una foto, un cuento... Un recuerdo.
Pero sigues ahí con tu dolor, sigues inmerso en un problema minúsculo que fue creciendo paso a paso dentro de ti. Un cáncer que no se diagnostica sino que se siente. Sientes como quema tu emociones, tus palabras y tras cada mirada se esconde ese deseo: de acabar, de terminar, que de ser una coma... un suspiro.
Y a tu lado no hay nada que lo impida, solo nos falta coraje para hacerlo. Saltar, cortar, correr... arrancarle el sentido al minuto y seguir caminando ya sin latidos, sin oxígeno y sin pesares.
Cómo sé que no hay pesares, si aún al pensarlo y al desaparecer los siento...?
Los segundos siguen pasando y las ideas no se van. Un salto y termina todo. Ves la escena como yo la veo? ves las cortinas que danzan despacio con el viento...? ves los platos sucios...? ves la luna y sus nubes que toman té en lo más alto del cielo y las estrellas que cantan baladas románticas para ellos...? Ves mi cara... ves el dolor en mis brazos... vez el miedo en mis ojos...? me ves de pie en un balcón a dos mil metros de altura... ?
...

Yo me vi. Y también te vi entrar por la puerta con las compras de la semana, con una sonrisa. Antes de mirarme dijiste "Monita, llegué..." Y tus ojos me miraron fijo y yo segui llorando, con las rodillas tensas y las piernas endebles... Me cai.
Me cai sobre tus brazos.




Esto se trata de elegir. No te sientas única, todos lo hemos pensado alguna vez... Qué pasaría si... ?
La diferencia está en elegir bien. Años atrás tú optaste este camino, yo también, y sin quererlo justo antes de llegar al resto de nuestras vidas nos cruzamos.
Conozco mi historia y conozco la tuya, entiendo lo que sientes porque también lo he sentido.
Los recuerdos, buenos o malos, los llevarás siempre... y sonrío al pensar que no serás tú uno de ellos.

sábado, 7 de enero de 2012

Había escrito algo demasiado obvio... Pero lo borré.
Porque la realidad es menos simple.

Me molesta, me frustra... me duele.
Sentirme tan lejos, tan poco importante.
No importa lo espectacular que sea ni lo feliz que me haga. Nunca será lo que quieres para mi. Nunca será lo que tú soñaste para ti.