martes, 29 de octubre de 2013

Carta abierta a nadie.

Estimados terrícolas:

Se me está cayendo el mundo encima. 

Fin del comunicado. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Cuando se fue

Desperté ese día, cuando las cosas ya habían cambiado y sentí como el vacío llenaba de lado a lado mi habitación. En mis dientes anidé la melancolía que no pude comunicarle y paso a paso dejé que las cuerdas se fueran adelgazando hasta cortarse. La distancia se hacía cada segundo más pesada hasta que sus pupilas significaron un dolor tan grande que preferí dejar de mirarlas.
Desperté y el techo seguía siendo blanco, las paredes seguían siendo moradas, pero ella ya no estaba ahí. Nunca había estado en realidad. Quizás un día descubramos por qué yo no estaba hecha para estar con ella, porqué la quise y la quería y ella hacía que mi cuerpo tronara al ritmo de las orquestas en París. Pero París estaba demasiado lejos y ella y yo demasiado, y cuando digo demasiado quiero decir realmente demasiado cerca.
No desperté. No me movía. Ella ya no existía y en mi el vacío se hacía pleno. Había estado conmigo durante tantos segundos en mi vida que me costaba pensar en que ya no estabas ahí, pero los fantasmas se habían llevado su cuerpo y se habían tragado toda su felicidad.
Por mi rostro caían las palabras que no me esforcé por decirle, esas que se ahogaron entre la impotencia de verla llorar, y frente a mis ojos se escribía esta historia que estaba a punto de terminar.
Me levanté y deseé no verla más, nunca, nunca más. En todas partes podía sentirla, podía recordarla, podía pensarla, porque ella estaba presente en mis secretos, en mis caídas y en los cientos de vuelos que emprendí una y otra vez.
Ordené sus cosas, las junté y las guardé en dos maletas. Guardé ahí los recuerdo, los silencios. Guardé los abrazos y todas esas cosas que ella ya había olvidado y cuando salí las dejé en la puerta, por si un día las viene a buscar.
Yo la espero todos los días un poquito, a ver si deja la cobardía de lado y viene a abrazarme como lo hacía antes. Espero a que pregunte cómo estoy antes que yo, que tenga los cojones de pensar para ella, que vea que sigo aquí, no me he ido y no me iría. No me iré.
Pero hoy no vuelvas, porque no estoy.

Moriremos congelados.

jueves, 25 de abril de 2013

Me quiero hermosa, Golondrina.

Es momento de volver a la base, volver al inicio, volver a empezar para mi, por mi, conmigo.

Tengo este puñado de sueños por los que decidí dejar de luchar y hoy, que los tengo de nuevo frente a mi, quisiera llegar a la luna y tragarme el mundo entero, porque sé que de eso soy capaz.

Quise construir una vida, mi vida, nuestra vida, sobre la confusión que traía encima, sobre mis inseguridades, sobre mis miedos, sobre el vacío mismo. Y tú tuviste que cargar con tanto miedo y tanto egocentrismo. Perdí en mi lucha y me apagué. Las estrellas que alguna vez brillaron a mi alrededor se desvanecieron entre tanto polvo, la magia que traía dentro de mi dejó de hacer efecto, mis ojos dejaron de brillar con el salir del sol. Mi pelo se volvió opaco y mi sonrisa se dibujaba tan tenue que parecía no ser real. Y aquí llegamos, al extremo de la realidad, donde no soy capaz de mirarme al espejo y ver el tipo de mujer que soy, ese momento en que dejo de sentirme golondrina porque mi plumas se secaron por dejar de usarlas. Dejé de volar al sol pensando que estaba en él, y todo en mi se marchitó.

Hay tantos cambios que hacer en mi vida, pero voy a partir por mi, voy a partir por quererme a mi. Porque antes que lo hacía fue cuando descubrí que le cielo era infinito y en él infinita me sentía yo. Pues yo también soy infinita, yo soy Golondrina que vuela entre las nubes y se pierde, pero siempre encuentra el camino. Me perdí. Me encontré. Quiero seguir. Quiero volar. Seré feliz, sin importar lo que pase, seré la mujer que hace mucho tiempo dejé de ver cada mañana. No importa la ropa que use, no importan los kilos de más. Seré la mujer maravillosa que alguna vez conociste. No por ti. Porque yo no era feliz por ti antes de conocerte. Era feliz poque quería ser feliz. Y ahora que me doy cuenta de cuánta falta me hace esa felicidad la quiero conmigo de nuevo. Lo haré una y mil veces, por sentirme la persona más capaz del planeta, porque lo soy. Por sentir que puedo llegar al sol y acampar en él si quisiera, porque la luna y las estrellas me guíen cada noche. Volveré a sonreír sin explicación y haré que todos a mi alrededor lo hagan. No sé cómo. No sé por qué. Solo porque quiero hacer.
No es fácil ser feliz, para nada... Pero cómo no serlo si me encuentro con sorpresas como esta:


Mi monito galón. 

PS: No me rendiré, ni hoy, ni nunca. Yo te cuido.