domingo, 23 de agosto de 2009

Pablo el weon.

Pablo es un weón... No tiene diferencia alguna con la realidad esa palabra.
Es un weón de esos bien weones, que hace cosas sin pensarlas y después se seca los mocos con la manga de la chaqueta.
Pablo tiene 27 años, vive en una residencia en Providencia. Hace cuatro años que no ve a su mamá, su papá murió en un accidente cuando él era muy muy chiquito.
Pablo quiso estudiar muchas veces, pero no terminó ninguna carrera. Hoy trabaja en una heladería en el Parque Arauco y cada quince días un cliente le tira el helado por la cabeza por cagao.
Pablo es cagao, nunca tiene pa prestar, nunca presta cuando tiene, nunca convida, pero sabe pedir y lo hace super bien.
Cuando era niño, él siempre quiso crecer. Y ahora que es grande lo único que quiere es volver a ser un niño.
Weón poh... No hay más respuesta.
Es un grandísimo imbécil. Un aweonao de aquellos que no tiene remdio. Una mierda de persona. Un estúpido estúpido pero esque estúpido... de esos estúpidos bien estúpidos. Es un hijo de la grandísima puta...
Lo peor de todo... es que lo sabe.

lunes, 3 de agosto de 2009

. Un segundo

Hace más de diez meses que había sido la primera vez que se miraron a los ojos.
Un segundo que se tranformó en silencio y las pupilas contraidas, tímidas, nerviosas, no sabían qué querían realmente.
Una miraba desde abajo un brillo metálico circundante al infinito. La otra se confundía con el brillo que se filtraba en los cristales sucios y quedaba impregnado en sus pupilas negras y hondas.
Ese mismo reflejo de luz fue el que confundió cuatro meses después, una silueta dibujada a contraluz con carobincillo grueso. Las manos frías que se consumían en la noche lenta, la voz que golpeaba las paredes en un susurro constante con el fin de no interrumpir la pasión de Morfeo con otra, una otra no lejana o distante. Más cercana de lo que creía.
Los susurros se escabullían en el espacio diminuto que deja la puerta de su pecera cuando una girada a al derecha y la otra a la izquierda, separadas, soñaban con las mismas sábanas y los mismos besos. Veinte kilómetros que parecían un mundo entero. Y los sollozos se unían en un lugar estratosféricos creando una galaxia aparte mucho antes de perderse en la brisa nocturna que inunda las calles a la medianoche.
Esos besos que estaban también cinco meses después, encerrados en miedos, coartados por recuerdos, heridos y congelados. Cuando las manos se encontraban y explotában chispas de pasión encuebierta, felicidad que se colaba por sus poros. Emoción que no sabía ser controlada, o que no quería serlo.
Un mes después estaban denuevo esos ojos mirando el infinito en un reflejo de colores inaudibles. Cada explosión parecía arte. Cada suspiro se convirtió en movimiento en suspensión. Las palabras no supieron completar las oraciónes que callaban en sus labios unidos por una fuerza mucho más interna de lo que se creía.
Los labios que han modulado tantas veces esas palabras que no expresan sino una milésima parte de que mueve las partículas del impulso interior que las lleva fuera de órbita en el espacio. Las palabras que salían y trataban de explicar la complicidad de sus cuerpos en la lejanía de los astros dos meses después. El dulce sabor que rozaba sus lenguas en un secreto sellado con salinoso sudor. Tropezaban las emociones, tropezaban los signos, tropezaban las acciones una tras otra tímidas una vez más antes de que la lacitud de un segundo las llevara directo a la profundidad de un abrazo convertido en sueños compartidos.
Tres meses pasaron, y la escena parecía distinta. Quince meses desde aquella primera vez, dieciseis desde un extraño primer beso, primeros segundos que se repetían en un ciclo circundante como el brillo del metal. De la misma manera se contraían sus pupilas, se encontraban sus manos, coincidían sus labios.
Las palabras esta vez rozaban los tímpanos en un vibrato contínuo y sorprendente.
El brillo de sus ojos esta vez corría por sus mejillas y quedaba estancado en la corniza de su boca. Los fuegos artifiaciales subían desde su cuello hasta el lagrimal en un énfasis de controversia y pasión.


-Qué sientes?



-Siento que te amo.