Existe un poema, de no-sé-qué maldito imbécil hombre que un día decidió - por obra y gracia del espíritu santo - que en su destino estaba escribir y dejarle un legado a mi "santa" verónica, madre del pecado mismo, el que cuidadosamente se podría aplicar a cada etapa de la vida, de la manera más sucia en que se puede vivir.
Aplicable a cada sermón, sin importar el lugar, la hora o la razón, siempre aparece él y su "yo fui el arquitecto de mi propio destino" para penetrar en mi tímpano cual pito de mierda que hacen los celulares en una frecuencia y vibración digna de reventar copas de cristal o compradas en el persa, da igual.
Y si repite nuevamente aquel "muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida" le bendeciré el ocasó más oscuro de su cuerpo haciéndomelas de sumo sacerdote, predicando en las esquinas y aclarando que dejar el tabaco, no es precisamente lo que necesitabas para lograr la paz en el castillo. Si quieres paz, te doy tu paz de mierda querido arquitecto... de mierda también... la que vive en tu - triste pero cierto - cercano ocaso.
no te deseo la muerte, en ninguno de los casos. Solo te pido que no me la desees a mi tampoco.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas; mas no me prometiste tú sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Atte. El Tercero de los Fracasos.
El único detalle.
SOLO YO PUEDO DECIRLO y maldecir a mi maldita ascendencia.
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