domingo, 5 de septiembre de 2010

. Cierro los ojos y suelto las manos .




Fue una extraña sensación de vértigo. Mis rodillas temblaban y mis pies apenas cabían en el barandal. Sentía cómo el viendo se mezclaba con mi camisón y jugaba entre mis piernas. Tenía frío ¿era eso importante? Se me erizaba la piel con la curiosa brisa de esa noche. La luna y las estrellas se veían más que los otros días, o tal vez era solo un espejismo mio. Tenía las manos heladas y parece que llevo horas llorando. Un puñado de flashbacks vuelven a mi cabeza y se repiten en mis ojos. ¿Mi cama? ¿Mis cordones? ¿Mi rostro? ¿Un vidrio roto en el suelo? Y yo caminando... Así fue que llegué hasta acá. Y ahora estoy al otro lado del barandal, con las manos en la espalda, entre ellas el fierro frío y mal pintado. Mi cara da de frente al agua que corre y corre bajo mis pies. Puedo ver mi reflejo en ella, pero no quiero. Tengo una duda y nadie la puede responder... ¿Qué hay más allá? ¿Qué hay en el fondo de este canal de aguas turbias y poco confiables? ¿Cuántos habrán respondido mi pregunta?
No hay manera de saberlo, no ahora, no en esta situación.
Veo mi reflejo y un par de lágrimas que caen. Escucho su goteo y ve difusa cada onda en el agua. No puedo sentarme, no puedo correr, no puedo salir de acá. Estoy aquí por algo... ¿o no? Escucho que pasan un par de autos tras de mi, pero me ven, no me escuchan, no me sienten.
Yo te siento... en realidad me siento, no... en realidad no me siento, por eso estoy aquí. Porque me siento tan vacía con la vida que he llevado. Quiero vivir, viajar, seguir. Mis sueños no se cumplen, era la ley de vida a la que fui sometida cuando nací, pero lo intenté. Intente muchas veces hacerlo, pero no era lo mio y ya.
Vuelvo a lo mio... Mis manos tensas aprietan el metal ahora tibio y lo piensan dos veces. Mis brazos tiritan por el esfuerzo mal hecho. Miro una vez más al frente. Soy el mascarón de proa de una nave agabunda y perdida en el pacífico.
Cierro lo ojos y suelto las manos.
El viento ahora recorre cada parte de mi y me envenena. Uno, dos, tres segundos y el viento es agua y me ahoga. Entra por mis oídos y no escucho, entra por mi boca y no hablo, entra por mi nariz... y no respiro.
¿Se acabó?...

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