¿Se han dado cuenta cómo la serpiente se despoja de su piel para renovar en vida las historias de su cuerpo?
Sumergí mi cuerpo bajo el ácido viento del medio día en la superficie terrestres que ardía en llamas y engañaba a los ojos humanos con pequeñás ondas y agua en la lejanía.
Respiré la sequedad de las gargantas y me hundí en los sueños deshidratados de cientos y miles de personas.
Converti un segundo en un silencio y sigilosamente aceché a mis vecinos de metro cuadrado que se desidrataban bajo el sol.
En medio de la nada escuchaba cómo las fuerzas se azotaban una y otra vez en un incansable vaiven que parecía doler en lo más profundo de sus metros bajo la realidad. La sal calaba los huesos de la tierra y blondeaba las bastas mal cocidas.
Las estrellas se reflejaban en la distacia más lejana y en la pupila de mis ojos mientras miraba en infinito.
Mi piel se desprende. Las plumas azúl rey caen a mis costados con sus diminutas franjas blancas. Mi cuerpo se despoja del tiempo y renace de un mundo nuevo. No soy Fénix, no me he incinerado ni renazco de mis cenizas. Me deshago de los viejos tormentos que mis plumas guardaban, y reparto maravillas escondidas entre cada fibra. El viento me eleva y yo, cada vez más pesada, no soy capaz de separar los pies de la tierra. Mis sueños empapados, pesados de penas y agonias no dan tregua y mi cuerpo desnudo tiembla de frío. El miedo se apodera de mi. Las soledades gritan mi nombre y al fondo de mi desvarío la victoria se refleja brillante y verde claro. El sol poderoso dibuja mi contorno en el suelo granulado y en mi reflejo veo cómo muta mi cuerpo. El viento batalla contra mis silencios y mis lágrimas -para nada curativas- hacen un camino desde mis ojos negros y perlados hasta la corniza de mis labios amarillos. Siento que desde mi interior burbujea un ente extraño y de pronto veo pequeños retazos azules surgir desde mi piel.
Vuelvo a crecer y vuelvo a ser grande. Las plumas apolilladas y viejas viajan junto a las memorias y llegan a mis antiguas maravillas y mi cuerpo estrena pelaje nuevo, brillante, sedoso y completo.
Despliego mis alas y sin esfuerzo el viento me convierte en Ícaro y planeo por los cielos.
Hasta el sol, esta vez sí que sí.
Y de quién fui solo quedan plumas. Con mis sangre enfrascada en vidrio escribirás tu historia con parte de lo que un día fui, y de lo que hoy solo queda de ella: plumas azul rey con una diminuta franja blanca.
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