jueves, 31 de marzo de 2011

Yo lo viví: Pánico universitario

El colegio era fácil, hay que admitirlo. Te entregaban un horario y no tenías a quién alegar por salir a las cinco un día. Te asignaban los profesores, la ropa, la comida, el peinado y finalmente tu vida era manejada por la minoría supuestamente pensante que, por amor al arte, estudiaron 4 años de “pegajodía”. Usabas la misma sala todo el día, todos los días, era el profesor quien llegaba a ti y en cada curso había un grupo de “choros” que no hacían caso a nadie, ponían los pies sobre la mesa y no entraban a clases, las “minas” (actualmente catalogadas de Pelolais) que tienen notas ahí nomás, se pintan las uñas y se alisan el pelo, los “mateos” que se portan bien, hacen las tareas y no siguen a los rebelde y los líderes que van a la cabecera de cada estupidez del curso. Entre los últimos estaba yo: una alumna promedio que ocupaba su tiempo en hacer el ridículo, planear cimarras masivas y evitar pensar en el futuro más allá de cuarto medio. Para todo el resto del mundo existía un plan. El mateo hijo de médicos con seis hermanos: medicina. La morena, hermana perdida de Pocahontas, flaca, mediana, inteligente, y súper cotizada: enfermería. El mateo amante de la historia y típico presidente de la directiva: derecho. La niña linda y rubia pro social y amante del pueblo: psicología. Y para mi… un camino perdido que llega a NuncaJamás.
No somos pocos los que nos identificamos con Peter Pan y nos encantaría tener un séquito de niños perdidos que hagan y deshagan mientras Campanita nos cuida la espalda. Pero los cuento de hadas están demasiado lejos de la teoría de la comunicación.
El miedo a crecer no es más que miedo a la incertidumbre de empezar algo de cero. Gente nueva, ropa nueva, información nueva, un espacio nuevo, decisiones nuevas. Da lo mismo qué hagas con tu vida, el problema aparece cuando no sabes qué hacer y mientras los amigos que conoces hace doce años se van a ser alguien en la vida, tú te quedas parado en medio de la nada balanceándote hacia delante y atrás. Y cuando digo , me refiero a .


Noqueada por segunda vez
Es complicado elegir tu carrera teniendo 18 años (recién cumplidos), tantas capacidades (según mi mamá), y tan malas notas (según mi NEM). A estas alturas de la vida no es difícil entrar a la universidad mientras tengas un poco de plata o seas un genio. Ni la una ni la otra, yo simplemente no quería. 
La primera vez que di la PSU me inscribí en una comuna que no era la mía, le prohibí a mi mamá irme a dejar y me quedé dormida en historia. Resultado: PreuniversitarioMi sueño de vencer los esquemas del mundo, estudiar Pedagogía en música y la típica frase “seré pobre, pero pobre feliz” se reían de mi mientras me hacía la fuerteLa segunda vez ya había mandado todo muy, muy lejos. Había hecho la pre-postulación a una carrera que no me gustaba pero que, según el mundo, “yo tenía dedos para el piano” en una universidad privada (mientras el inconciente colectivo sigue pensando que privado es igual a mediocre). Y cuando el día llegó la futurofobia se hizo presente. Habría caminado de espaldas, pero posiblemente me rompía un pie. Llegué tarde porque no quería llegar temprano. Caminé y me apoyé en un pilar mientras hacía como que leía los papeles dentro de la carpeta. De mi cuello colgaba un cartel imaginario: “MECHONA”. Y mientras daba los primeros pasos hacia la posible cesantía dije mis primeras palabras: Holi, toy soli. Es imposible tratar de describir la cara de mis compañeros. 
Peter Pan es un personaje de cuentos que identifica a muchos de nosotros, pero, mientras el miedo no te paralice, llegarás a NuncaJamás sin que Garfio te atrape en el camino. De nuevo, cuando hablo de ti, en realidad hablo de mí.




No eres parte de mi historia cariño... porque nunca estuviste ahí.
Con amor. Maca <3

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